Gracias a nuestra poderosa mente pensamos, soñamos, ideamos, proyectamos, asociamos ideas, diseñamos, planificamos, generamos expectativas, imaginamos y recordamos. El pensamiento puede ser beneficioso o nocivo, positivo o negativo, necesario o inútil, insípido o creativo, elevado, sublime, destructor o desgarrador.

La mente es creativa, toma diferentes ideas y va formando los diferentes pensamientos, a lo largo del día y de la noche, no para nunca. La genialidad de la mente, el poder crear miles de pensamientos al día se ve contrarrestada por esa gran afluencia de pensamientos repetitivos, mecánicos y totalmente estériles, que sólo sirven para generar ansiedad y estrés.

Llamamos “voz” interior a este flujo de pensamientos repetitivos, puesto que es así como se experimenta, como si una voz estuviese dentro de nuestra cabeza filtrando, etiquetando, juzgando y haciendo el papel de “apuntador” de nuestra vida. Con todo, el mayor inconveniente de la voz no es que no aporte nada, sino que es una actividad absolutamente agotadora, que consume gran parte de nuestra energía diaria.

Conozcamos algunas de las características de esta machacona voz interior:

  • Pasa inadvertida: estamos tan acostumbrados a ella, ¡que nos parece normal!. Es como cuando estás en una sala durante mucho tiempo con un intenso ruido de fondo, tal vez al principio percibas el ruido, pero pasado un tiempo, y no digamos tras varios años, el ruido es parte del ambiente.
  • Intensidad variable: aunque está casi permanentemente presente en nuestra mente, su intensidad es variable. La voz puede atraer nuestra atención estando divagando sobre algún acontecimiento que me gustaría que ocurriese, y de repente, me alerta vociferando a pleno pulmón de que algo que no había previsto puede pasar.
  • Desordenada e Incontrolable: se experimenta como si fuese un proceso incontrolable. ¿Quién decide qué me va a dictar la voz en los siguientes minutos?. Podría dedicarse a planificar algo, o a recordar un acontecimiento de mi infancia, quien sabe…
  • Onmipresente: ¿Has intentado alguna vez dejar la mente en blanco y dejar de escuchar esta vocecita?.
  • Estado de alerta:  es como si la voz nos quiera prevenir de algo, mantenernos alerta, ya que el mundo se percibe como algo complejo, caótico e impredecible, para lo que tengo que estar siempre preparado y en guardia.
  • Enjuiciadora y consejera: a veces el cansancio mental surge de las luchas internas entre lo que nos gustaría que fuera y lo que es, entre si decir o callar, si salir o quedarse, entre las decisiones que se toman y lo que en realidad se hace.
  • Persistente: está reclamando mi atención CONTINUAMENTE. Tanto que podríamos considerar a nuestro hábito de escuchar la voz como una auténtica adicción.

Por  último y no por eso menos importante , la voz tiene una acusada tendencia a la negatividad. Dado que percibe muchas amenazas en el mundo exterior, en muchas ocasiones tiende a lanzarte pensamientos negativos sobre lo que podría ocurrir o sobre las intenciones ocultas de las personas que te rodean. A la voz no le gustan los grises, si algo malo ha ocurrido, es sólo por tu culpa y no hay solución. Además nos castigamos por lo que piensan otras personas de nosotros cuando, en realidad, no tenemos ni idea de lo que pasa por su cabeza, porque no sabemos leer la mente de otras personas. Le encanta adivinar el futuro implantando ideas como “no tiene sentido intentarlo,” “no va a funcionar”, un pensamiento muy frecuente que lleva al inmovilismo. Le encanta generalizar, si algo ha pasado una vez, volverá a repetirse, cuando, otra vez más, en realidad, no tenemos ni idea. Pero además minimiza las cosas positivas, incluso cuando nos ocurre algo bueno no nos deja estar contentos. El dramatismo, victimizarnos y crear melodramas es muy propio de los pensamientos automáticos.  Los insultos es algo que la voz hace fenomenal, tanto hacia nosotros mismos como a nuestro entorno, el problema es que acabamos creyéndonoslo y actuamos como tal. Incluso puede llegar a culparnos de lo que pasa a nuestro alrededor. El catastrofismo es uno de los pensamientos negativos más extremos que nos puede llevar a la depresión y se caracteriza por pensar que todo lo que nos rodea va a acabar mal, entrando en un círculo vicioso.

Pero no hay que preocuparse, lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de que existe esa voz e identificarla, pero ¿cómo? ¿qué tal con esta meditación?  “Una mente que no para”

Tomaremos conciencia con  que el problema no es que la mente no pare, sino el lugar de partida desde el que habla… un lugar lleno de tensión, juicio y rigidez. Descubrirás que cuando la mente va estando cada vez más en calma, podemos deleitarnos en este «no parar», el pensamiento va siendo cada vez más creativo, más rico, menos monótono y repetitivo.

Un pensamiento más conectado al sentir, lleno de agradecimiento por cada mirada, cada encuentro con otra persona, con más amor.

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