Comencé a discernir que era lo que me brindaba un verdadero gozo, lo que me provocaba una verdadera dicha, y no solo un momento de placer o de satisfacción, no, no solo una sensación como de seguridad… No eso, sino que cosas suscitaban un verdadero gozo.

Y descubrí que lo que siempre me había dado gozo era estar dispuesto a entregarme a un sobrecogimiento ante el misterio

«La Vía de la transformación»

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