Comencé a discernir que era lo que me brindaba un verdadero gozo, lo que me provocaba una verdadera dicha, y no solo un momento de placer o de satisfacción, no, no solo una sensación como de seguridad… No eso, sino que cosas suscitaban un verdadero gozo.
Y descubrí que lo que siempre me había dado gozo era estar dispuesto a entregarme a un sobrecogimiento ante el misterio
(Jesús – «La Vía de la transformación»)